¿Sabemos lo que elegimos?

Cuando decidimos algo sabemos por qué lo hacemos. Sopesamos los pros y los contras, lo que es mejor y peor para nosotros y en base a eso decidimos. O quizás no haga falta un proceso consciente tan explícito. Quizás veamos a una persona que inmediatamente nos gusta, no necesitamos llevar ese proceso de decisión racional. Pero qué duda cabe de que si nos preguntaran por qué nos gusta esa persona sabríamos responder. Porque me gustan con el pelo largo, con los labios carnosos o a la inversa. Da igual la respuesta, el asunto es que la sabemos. La podríamos dar, sin problemas. Y no nos estaríamos mintiendo.

La verdad es que esa situación nos parece demasiado idílica. Los que nos seguirán sabrán que este blog solemos desconfiar de todo, y nuestras decisiones, o las explicaciones a estas, no van a ser menos. Así que vamos a dejar las cartas boca arriba cuanto antes: nuestras explicaciones a las decisiones que tomamos, muchas veces, son simples coartadas. Algunas veces seremos conscientes de ese relato justificatorio creado, pero las más de las veces no.

Pero no creáis que sea algo ajeno para la ciencia. De hecho este proceso tiene un nombre bastante explícito: la ilusión de la introspección.

Sencillamente no tenemos acceso a nuestros procesos mentales, a cómo decidimos, a cómo tomamos decisiones, y por eso nos lo inventamos. Da igual que sea verdad, si a nosotros nos sirve. Como aseguraba Benjamin Franklin, «una de las ventajas de ser una "criatura razonable" es que se pueden encontrar razones para todo lo que uno quiere hacer» (citado en Liberación Animal de Peter Singer).

Para demostrar este hecho, hay múltiples experimentos, que pueden encontrar en un artículo de amazings.es y del que extraeremos uno que nos parece sumamente interesante (con video incluido al final).

En 2005 los investigadores Petter Johansson y Lars Hall llevaron a cabo un experimento tan sencillo como elocuente por sus resultados: se enseñaba dos fotografías a los participantes, de las cuales deberían escoger una. Tras la elección, el investigador le pasaba la elegida y el participante debía explicar su elección. Pero, ¡cómo no!, había truco. Un verdadero truco de magia. Con sumo cuidado el investigador daba el cambiazo sustituyendo la fotografía elegida justamente por la contraria. ¡Y aún así el participante justificaba su elección! Tan solo el 30% se daba cuenta del engaño. Sin embargo, el 84% cuando se le preguntaba contestaba que no podía ser engañado con tan burdo engaño. Una muestra más de cómo sobrevaloramos nuestras capacidades.

El caso es que los participantes justificaban justo la elección contraria que habían hecho. Da igual la elección que se haga (a esto se le llama ceguera de la elección) justificaremos lo que haga falta.

Imagen:
http://orientate4.blogia.com/temas/como-decidir-saber-que-estudiar.php


Comentarios