¿Qué harías tú?

Un ferrocarril se acerca peligrosamente a cuatro operarios que están trabajando en las vías. Ellos no lo saben pero el tren, en apenas unos segundos, habrá acabo con sus vidas. Todas sus expectativas, sus anhelos… acabarán enterrados bajo el mastodonte de metal. Sin embargo, tú podrías evitarlo. Podrías salvar la vida de los cuatro trabajadores, convertirte en un héroe para ellos y quién sabe si para los demás. Para ello, para salvarles, deberás tirar desde el puente en el que observas la escena a la persona que al igual que tú ve con horror la muerte inminente. Si le arrojas al vacío, el tren se detendrá y no arrollará a los cuatro operarios. Habrás matado a una persona, es cierto, pero salvando a cuatro. Habrás hecho más bien que mal. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué harías tú?

Es una respuesta que debería responder cada uno por sí mismo pero os podemos decir cuál será esa respuesta sin equivocarnos: no hacer nada.

La mayoría de vosotros decidirá no hacer un daño directo a pesar de que eso conlleve un posible bien mayor (por lo menos cuantitativamente mayor) porque el ser humano tiene codificado en el cerebro el imperativo de no hacer daño. Somos seres morales y como tales nuestros actos tienen consecuencias y pocos aguantan el peso de haber cometido un asesinato.

Sin embargo, la cuestión es completamente diferente, si lo que tenemos que hacer es accionar una palanca para cambiar el rumbo del tren y así salvar a los cuatro trabajadores. Aunque ese cambio provoque la muerte de un quinto, es probable que esta vez nos decantemos por el mayor bien. Sencillamente, el daño que estaríamos causando sería indirecto (en el primer caso nosotros arrojamos a la persona al vacío; en este segundo solo cambiamos el rumbo del tren y es éste el que la arrollará).

Salvo las personas con algún daño cerebral (que anule la parte emocional) y las personas excesivamente utilitaristas (las que se guían exclusivamente por el mayor bien), el resto de nosotros tras unos pocos segundos, en el primer caso nos quedaremos paralizados por el horror viendo cómo el tren arrastra a los trabajadores, mientras que en el segundo accionaremos la palanca para así salvarlo aunque acosta de la vida de otra persona.

Si lo pensáis, la mayoría de vosotros concordará con las respuestas que os hemos dado. Pero, ¿por qué? Por qué actuamos de esta forma.

Como ya hemos dicho anteriormente, nuestras decisiones están condicionadas por las emociones y nos horroriza hacer daño (en este caso asesinar). Pero para ver más concretamente el cómo ver el siguiente video sobre el proceso cerebral en las situaciones límite, publicado por la Universidad de Navarra. Seguro que os aclarará muchas cosas.




Imagen:
http://manuelgross.bligoo.com/content/view/845143/Toma-de-decisiones-El-cerebro-etico-atajo-emocional-ante-dilemas.html

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