Los seres humanos somos animales emocionales

Siempre hemos pensado que hay algo que separa a la especie humana del resto. El alma, la inteligencia, la capacidad de pensar a través de abstracciones… Sea lo que sea ese algo estamos convencidos de que un ser humano, por el mero hecho de serlo, vale más que los otros seres vivos del planeta (obviemos, aunque solo sea por falta de pruebas, la vida fuera de la Tierra). Esta creencia es asumida por algunos dentro del bando de los –ismos, como el racismo, el sexismo… para convertirse en especismo o especieísmo (término acuñado en los años setenta por el psicólogo Richard D. Ryder.

Es cierto que tenemos que tener cuidado y no asumir que los animales no-humanos carecen de derechos y que nuestro trato para con ellos no tiene nada que ver con la moralidad. En absoluto, el maltrato animal degrada al humano que lo practica y aunque los utilicemos como medios (para alimentarnos, vestirnos…) eso no supone que moralmente se nos permita hacer cualquier cosa con ellos. Pero, aunque nos parece un tema interesante, se aleja bastante de lo que queremos tratar en nuestro artículo.

Nos guste o no, es imposible salirnos del antropocentrismo, puesto que somos antropos (seres humanos) y es desde ese limitado punto de vista que vemos lo que nos rodea. Tan solo podemos aceptar la limitación e intentar reducirla pero nunca eliminarla.

Puestas las cartas sobre la mesa: somos humanos; nos consideramos animales especiales, sin necesidad de añadir elementos metafísicos; pero necesitamos determinar qué es eso que nos hace especiales.

Como decíamos, sin trucos de prestidigitador, asumiendo y mostrando nuestras carencias, queremos hacernos eco de una conferencia, dada por el doctor Manuel Martín-Loeches, encuadrada en el acto llevado a cabo el pasado miércoles por el Instituto Tomás Pascual para la Nutrición y la Salud. Conferencia en la que Martín-Loeches aseguraba que lo que nos diferencia del resto de los animales es nuestra capacidad para sentir. No nuestra inteligencia, sino nuestros sentimientos.

El ser humano se ha desarrollado para vivir en sociedad, para mantener relaciones de amor y de amistad, para sentirse golpeado emocionalmente cuando un ser querido sufre o incluso cuando se comete una injusticia con alguien que ni tan siquiera se conoce. Es el animal empático por excelencia, y es precisamente lo que le diferencia de los demás animales. Olvidémonos de los pulgares oponibles, de las destrezas intelectuales para desarrollar el lenguaje o llevar a cabo operaciones lógico-matemáticas. Somos antes que nada seres dotados para las emociones.

Seguiremos buscando ese algo que nos diferencie del resto de las especies de animales, del resto de los seres vivos que pueblan el planeta en el que vivimos, pero, por lo menos desde aquí, por lo menos nosotros, nos gusta quedarnos con esa idea. Somos más cosas, claro, pero también (y sobre todo) seres que padecen, que sienten. No os olvidéis de eso.

Imagen:
http://www.queciencia.com/2007/10/21/%C2%BFse-vienen-los-matrimonios-entre-humanos-y-robots/

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