Siéntete bien, siéntete sano

El 30 de enero publicábamos un artículo titulado ¿Es la felicidad signo de salud?, en el que hacíamos referencia a un estudio llevado, a cabo por el psicólogo de la Universidad de Cornell (EEUU) Anthony Ong, en el que se aseguraba que el pensamiento positivo reducía el estrés y, en definitiva, era clave para ser felices. Pero, ¿cómo tener pensamientos positivos? ¿Cómo sobreponerse cuando las cosas van mal, cuando se ve todo negro y no parece haber salida al final del túnel? Para ello Ong nos da varios consejos que, quienes nos siguen lo sabrán, hemos ido desgranando las últimas semanas.

Así, en nuestro último artículo os hablamos de la importancia de la amistad, de mantener y cuidar nuestras relaciones sociales, y en el anterior de la necesidad de dar sentido a la vida cotidiana. A la postre dos de las recomendaciones de Ong para poder tener sentimientos positivos. Pero a esos dos, que son sumamente importante, se añadía un tercero (para completar la terna), al que nos vamos a referir esta semana, y que por otra parte es uno de los temas fundamentales de este blog: el cuidado de nuestros hábitos.

No es la primera vez que lo recomendamos, ni será la última. Para mantenernos sanos mental y físicamente es necesario cuidar nuestra alimentación, hacer ejercicios físicos y cognitivos… En definitiva, tratar de llevar una vida lo más saludable posible. Con ellos estaremos mejor y seremos más felices. Con las mismas condiciones materiales y ambientales, si nos mantenemos activos y hacemos lo posible para estar lo más sanos que podamos, nos encontraremos en una situación mucho mejor para afrontar nuestros problemas que si nos abandonamos. De hecho, habitualmente olvidamos la capacidad de nuestra mente para ayudarnos a afrontar incluso el dolor.

En este sentido nos queremos hacer eco de una investigación que hemos leído en el portal web RT. En dicho estudio, los investigadores han demostrado que el dolor percibido por una persona aumenta o disminuye no solamente por la cantidad de analgésicos que tome, también por su conocimiento o desconocimiento de que los haya tomado. Es decir, cuando alguien sabe que ha tomado analgésicos estos hacen más efecto.

Para demostrarlo, los investigadores aplicaron calor a 22 pacientes a los que mediante una sonda se les introducían los analgésicos. El asunto radica en que los pacientes en ningún momento sabían si se les había administrado la medicación o no. Así, cuando eran preguntados por la sensación de dolor se daba la siguiente secuencia: admitían un grado de 66 (sin analgésicos), 55 (con analgésicos pero sin saberlo), 39 (teniendo conocimiento de la medicación) y, por último, 64 cuando se les aseguraban que se les habían retirado los analgésicos (aunque era mentira), y que debían percibir mucho dolor.

En definitiva, que lo que creamos o no influye en el grado de dolor que padezcamos. El pesimismo, o la creencia de que nos va a doler algo mucho, aumenta de hecho la sensación de dolor; mientras que el pensamiento positivo y el creernos capaz de superar el dolor, lo disminuye.

Con este artículo terminamos la serie 4 artículos que comenzamos el 30 de junio, la semana que viene hablaremos de otros temas, pero queremos que siempre tengan en cuenta esta premisa: sentirse bien nos ayuda a estar bien. Esperamos que en la medida de lo posible lo comentado aquí os sirva para conseguirlo.

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