Razón y emociones: dos caras de la misma moneda

A todos nos gusta imaginar que lo que hacemos, los actos que llevamos a cabo cada día, lo que pensamos y lo que queremos, nuestros deseos y preferencias, son razonados, surgen tras elaborar los pros y los contras, sopesando no solo lo que deseamos nosotros sino que también lo que los demás tienen que decir en la medida en que les afectan nuestras decisiones. Por eso, durante buena parte de la historia del pensamiento se ha hablado del ser racional, guiado por su razón en lugar de por sus emociones.

Sin embargo, cada vez está más demostrado que no somos seres racionales o, cuanto menos, no solo somos racionales. Que aunque no nos guiemos en exclusiva por la maximización de nuestras preferencias, tampoco somos enteramente altruistas. Como asegura Jon Elster: «Los seres humanos tenemos dos grandes motivaciones para actuar: el motivo de la ganancia material y no ser vistos únicamente movidos por el motivo de ganancia material».

La razón y la emoción se mezclan en nuestras decisiones de forma tan intrincada que nos vemos incapaces de desentrañar la maraña sin autoengaños porque en el fondo cualquier decisión que tomemos estará determinada tanto por nuestras emociones como por nuestra razón.

Siendo así las cosas, nos encontramos esta semana con un estudio llevado a cabo en la Universidad de Yale y publicado en el Proceedings of the National Academy of Sciences (referenciado en Prensa Libre) en el que se asegura que las técnicas usadas en las terapias cognitivo-conductuales son de una magnífica ayuda para dejar de fumar (ahora que está tan en boga el cigarrillo por aquello de la ley-antitabaco). Al fin y al cabo no se trata más que de aplacar el deseo, y al parecer la terapia cognitivo-conductual fortalece (la actividad cerebral es mayor en) la parte del cerebro relacionada con la razón y el control cognitivo, y debilita (disminuye) la actividad en las relacionadas con el deseo.

Todo lo anterior, claro está, se deduce del seguimiento de las personas que participaron en la investigación y del análisis de sus cerebros.

En definitiva, que el control del deseo es fundamental para dejar de fumar (creo que esto lo sabe cualquier fumador) y las técnicas de las terapias cognitivo-conductuales ayudan a lograrlo. Sea cierto o no (cualquier conclusión hay que tomarla con cautela) es probablemente una información útil para aquellas personas que quieran abandonar ese tan denostado vicio.

Antes de acabar el post de esta semana, no nos resistimos a dejaros el siguiente video sobre el cerebro, el sentido del humor y por qué nos hacen gracia los chistes: "El cerebro feliz" (creado por la Universidad de Navarra y encontrado gracias al grupo de facebook Neurociencias).


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