El cerebro es increíble

El cerebro es increíble, desconocemos su potencial, lo que es capaz de hace, cómo funciona y por qué lo hace. Algo todavía más sorprendente si nos damos cuenta de que somos nosotros. Que es el yo lo que desconocemos, que aunque conozcamos casi a la perfección lo que nos rodea, apenas sabemos quiénes somos. Tenemos concepciones erróneas de cómo pensamos, de qué sucede realmente en el cerebro y con esas carencias vivimos, sin darnos cuenta.

A pesar de todo, nuestro conocimiento avanza en todos los campos y también el de la neurociencia. Quizás a trompicones, a saltos, con retrocesos y rodeos, pero así es el conocimiento científico, la seguridad no existe.

De hecho, es de hace relativamente poco, de la década de los noventa, el estudio de las emociones y su relación con el conocimiento. Términos cada vez más en boga como los de inteligencia emocional o empatía son nuevos, por lo menos relacionados con la neurociencia.

Por ejemplo, hace unos años sería impensable suponer que tener más o menos amigos, que ser más o menos sociable tendría que ver algo con el tamaño de la amígdala cerebral. Sin embargo, hoy, hace apenas unos días, un artículo publicado en la revista Nature Neuroscience (y que leemos en la web de la BBC) es esa la tesis que defendía: los individuos con una vida social fuerte tienen una amígdala más grande. Sorprendente.

La complejidad y riqueza de las redes sociales estarían relacionadas de forma directa con este órgano del cerebro que si bien sabíamos que tiene un papel fundamental en las reacciones emocionales todavía desconocemos muchas cosas de él, por eso todavía nos puede seguir sorprendiendo.

El hallazgo, aceptémoslo como tal, supone la confirmación (una más) de la existencia de llamado cerebro social y de la amígdala como órgano evolucionado para gestionar la vida social (cada vez más complejas) del animal humano.

A nivel práctico, también, puede ayudar a comprender ciertas anomalías del comportamiento causados por una lesión en esta determinada región cerebral.

En cualquier caso, es apasionante lo que nos queda por aprender… ¡De nosotros mismos!

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