La cognición social y las enfermedades mentales

El modelo de inteligencia vigente durante prácticamente la totalidad del siglo pasado, afianzado por la aparición de los primeros test de inteligencia a partir de 1916, comenzó a cambiar a partir de la década de los setenta al surgir teorías nuevas respecto a qué se debía considerar inteligencia. El paradigma del coeficiente de inteligencia (C.I.) fue perdiendo vigencia, asediado por múltiples preguntas respecto a la influencia de las emociones en nuestra toma de decisiones, sobre la idoneidad de la división entre razón y emoción, incluso si esa división se producía realmente en nuestro cerebro, siendo por tanto una ficción no se sabe muy bien porqué construida.

Nuevos conceptos han ido surgiendo desde entonces, entre los que probablemente el de inteligencia emocional destaca en popularidad respecto al resto (sobre todo por el éxito del libro de Daniel Goleman). Pero qué duda cabe que no es el único.

Una muestra de ello son las XI Jornadas Internacionales de Actualización en Salud Mental que se celebrarán en Gran Canarias el 18 y el 19 de este mes (el jueves y el viernes de la semana que viene, vaya) en las que cientos de expertos mundiales (unos doscientos) se reunirán para hablar entre otras cosas de cognición social.

El inicio de la teoría de la cognición social se suele establecer entre finales de los años 60 y comienzos de los 70 del siglo XX, siendo actualmente el enfoque dominante en la psicología social (de la que ya hablaremos algún día).

Por concretar, la teoría de la cognición social se centra en estudiar cómo procesamos, almacenamos y la influencia que tiene en nosotros la información social adquirida. Básicamente, estudia cómo las personas interactúan entre sí y con su entorno, el influjo que tiene el juicio de los demás sobre el individuo, sobre lo que deseamos, pensamos y terminamos eligiendo como modelos de vida.

Y, más concretamente todavía, de lo que se hablará la semana que viene en las XI Jornadas Internacionales de Actualización en Salud Mental será la relevancia que tiene la cognición social en los trastornos mentales graves. Y es que cada vez se hace más evidente lo necesario que es vincular cognición social y trastornos mentales para entender mejor a estos últimos, ya que la base de los problemas suele encontrarse en los déficit cognitivos, en toda su variedad, de los pacientes.

Si no somos mónadas asociales que vagan solas por el mundo, si realmente solo somos en sociedad, debemos dar la importancia que se merece a la interacción con el otro, estudiándola, conociéndola y ayudándonos de ese conocimiento para mejorar tanto en lo personal como en lo social.

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