Cómo afrontar la depresión (parte I): la amistad

La semana pasada os hablábamos sobre la depresión, a la que denominábamos la enfermedad del siglo XXI. Lo cierto es que probablemente varias enfermedades luchen por ese nefasto puesto (otras como el Alzheimer también están muy bien colocadas), pero nadie podrá negar que la depresión es una de las que está en cabeza. Y, sobre todo, sus rasgos forman parte de la estructura social que el nuevo siglo está creando.

Como también decíamos en el artículo anterior, las formas típicas de la sociedad actual; con su ritmo frenético, la interconectividad entre prácticamente todas las regiones y las gentes del mundo, el aislamiento de las grandes (y no tan grandes) ciudades… forman un caldo de cultivo donde el estado depresivo crece fácil y cómodamente.

No somos partidarios de sumarnos a las teorías de una pérdida de valores, ya que eso supondría que en algún momento los hubo (así que tendríamos que preguntarnos para continuar con el análisis cuáles eran y si merecía la pena mantenerlos), así que ese no es el camino que vamos a seguir. Nuestra intención es más aséptica, por decirlo de alguna manera.

Sencillamente nos gustaría dar algunos consejos, si nos permitís el atrevimiento, para fijar cuál es el problema y cómo afrontarlo (consejos que dividiremos en varios artículos).


Depresión vs estados pasajeros.


Para empezar, debemos diferenciar entre la depresión y estados pasajeros depresivos, ya que no es lo mismo. El duelo (por ejemplo) ante la muerte de un ser querido o cualquier otro problema aunque no sea luctuoso es un estado habitual y necesario. Así que no nos estamos refiriendo a esos estados puntuales, sino a un estado de ánimo habitual, estacionario.

Cuando nuestra sensación habitual es de desidia, de abatimiento, cuando consideramos que nada de lo que hacemos (o podamos hacer) tiene sentido… Cuando todos esos estados forman parte de nuestra identidad y de nuestro día a día, nos encontramos ante la depresión.

La sensación de vacío, de pérdida de sentido ante lo que hacemos, es una de las primeras consecuencias de la depresión. Y se nos permite, una de las más preocupantes. Y la primera que hay que intentar erradicar.

La búsqueda de ayuda en alguna instancia metafísica quizás sea buena idea pero tampoco nos interesa virar por ahí. Vamos a seguir recto.

La amistad.


El ser humano, como decía Aristóteles, es un animal social. Somos porque somos en sociedad. Por eso, como también decía el filósofo estagirita, la amistad es uno de nuestros grandes valores.

La sensación de soledad, nos lleva a sentir que nuestra vida está vacía y que nada de lo que hacemos merece la pena. Tener amigos y amigas con los que pasar el rato, poder contarles lo que pensamos y sentimos, poder ayudarles con sus problemas… Es un pilar básico para estar mentalmente sanos.

Ampliar nuestro círculo de amigos, mantener las relaciones de amistad que tenemos, realizar actividades para conocer a gente nueva y para seguir en contacto con nuestros amigos y amigas es una de las mejores cosas que podemos hacer para luchar contra la depresión.

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