El olvido como defensa contra el estrés

Uno de los rasgos comunes de la vida en las grandes ciudades de, por lo menos, lo países más industrializados es el ritmo tan alto con el que se vive. La exigencia del día a día es francamente imponente y nos impele a hacer lo que sea siempre y cuando nos mantenga ocupados. Ir de un sitio a otro con el resquemos de llegar siempre tarde, de hacer menos de lo que se podría hacer, con la presión del trabajo diario, de la familia y de un sinfín de actividades que nos imponemos a lo largo de la semana. Pero el problema no es hacer cosas, en absoluto, sino cómo afrontemos todo eso que tenemos y que queremos hacer.

Esta semana hemos leído una frase de Susana Cantón, creadora del método Zona de Alto Rendimiento (un método contra el estrés), que está muy relacionado con el párrafo anterior y, por qué no decirlo, nos ha sugerido este artículo: «El estrés produce efectos irreversibles en el sistema cognitivo».

Una declaración terrible y que Cantón asegura poder combatir gracias a su método, del que no es nuestra intención hablar. Sin embargo, de lo que sí queremos hablar es del estrés en sí o, mejor dicho, de las situaciones que nos lo provocan.

El estrés, por sí mismo, no es malo. De hecho, es una reacción natural y necesaria ante situaciones de riesgo. La gacela cuando le persigue el guepardo está sumamente estresada y eso le ayuda a mejorar sus aptitudes para poder escapar de la muerte inminente. Pero la gacela, pasado el peligro, volverá a pacer tranquilamente, hasta el siguiente sobresalto.

Nuestro problema, el del ser humano, es bidireccional. Por un lado nos tomamos cualquier problema casi como de vida o muerta; y por otro, somos incapaces de olvidar.

Cuando una situación nos ha generado estrés, se nos clava en la memoria, rondándonos durante días, semanas, meses e incluso años, haciéndonos revivir una y otra vez lo sucedido. Es como si la gacela estuviera recordando todos los días aquella vez que un guepardo estuvo a punto de cazarla. ¡Cómo vivir con semejante congoja!

Pues a nosotros nos pasa algo parecido, y ser conscientes de eso nos ayudará a gestionar el estrés, que es de lo que se trata, porque hacerlo desaparecer sería una muy mala idea.

Así que terminaremos el artículo con un par de consejos (si se nos permite la osadía):

1. Encara las situaciones de la forma más adecuada. Todo lo que nos sucede durante el día no es una cuestión de vida o muerte así que no es razonable tomarnos todo como si así lo fuera. Contextualiza lo sucedido y colócalo en el lugar adecuado.

2. ¡Olvida! Ya nos enseñó Borges en su relato Funes el memorioso que sin olvidar no se puede vivir, o se vive mucho peor. Una cosa es aprender de la experiencia y otra muy distinta verse asediado por el pasado o el miedo al futuro.

Si no tienes momentos para olvidar, es difícil que tengas momentos para vivir.

Imagen:
http://blogs.periodistadigital.com/lamardebien.php/2009/03/27/p225273

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